miércoles, 28 de marzo de 2012

BINOMIO FANTÁSTICO, (jugando con las palabras CASTILLO y RIÑÓN)

NADA ES LO QUE PARECE.

       -Oye, Luis, que eso del Cielo era verdad pero ¿por qué me han dado esos dolores justo a la hora de irnos de excursión al Castillo de Turégano que lo vi hace años y me encantó?
          -Efectivamente, mi mujer Celia, que todavía tiene lagunas en este momento, sigue confundiendo la ficción con la realidad. Lleva tiempo que está como un cencerro y la sigo aguantando, qué cruz, Señor. Menos mal que estoy siempre cerca y me habla, aunque sean incongruencias.
          -Mira, Luis, haz un esfuerzo y contempla los ángeles que se deslizan, sus túnicas blancas, tan cercanas, tan volátiles, van de dos en dos, como si se hubieran ausentado por unos instantes del cuadro de Murillo para exhibirse ante nuestros rostros boquiabiertos y para husmear lo que ocurre en la Tierra . Son sabios y saben lo nuestro. Saben que no me quieres, haciendo creer a la gente que estoy loca para que nuestros amigos me rechacen. Según has maquinado, me has traído a un hospital para que me extraigan un riñón enfermo, cuando en realidad estamos al lado del Castillo haciendo turismo por Segovia. Y mi marido, hablando por el móvil:  -No la hagais caso si la ois hablar, se ha quedado traspuesta y tiene pesadillas.
          Pero este hombre, cómo lo enmaraña todo. Me tomé una cápsula para el mareo que me dió. Ya pasó el malestar. En la sala, veo ángeles por doquier, etéreos, mágicos, amorosos, saltando con sus manos entrelazadas y sus rizos enredados en los pequeños cristales de las lámparas y en las rejas de los ventanales. El campo semántico es un decorado onírico con nubes de harina apelmazada que, por cierto, se acaba de desprender un trozo y casi le da a mi marido amodorrado en un sillón centenario. El pobre tiene un tumor en el cerebro y hay que llevarle a los sitios a la fuerza porque todo lo tergiversa.  Ahora, por ejemplo, no tiene ni idea de que estamos en el Museo de los Ángeles, (antes, una antiquísima Fábrica de Harina, en Turégano, muy cerca del Castillo). Ésto es fantástico, parece de cuento de hadas, lástima que he oído que lo tienen que desmantelar porque el Ayuntamiento no puede con los costes elevados de mantenimiento.
          Mi riñón funciona de maravilla. Después del rato grande que llevamos aquí  buscaré un baño o algo similar en este lugar paradisiaco que, por desgracia, pronto se extinguirá para siempre.

Tornasol. 



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miércoles, 21 de marzo de 2012

BODAS DISTINTAS

 LA NOVIA.-  El vestido de raso blanco se encogía con empeño por la pinza derecha, a la altura del estómago, pero aún se le adivinaban más incómodas las puntadas del lado izquierdo, astutamente escondidas tras la torera con ribetes de perlitas.
          Los párpados de la protagonista del enlace, entre malvas y azules, parecían bañeras ovaladas que comenzaban a llenarse con un goteo de grifo sin final. Mientras, un adolescente con una sombra desagradable en el labio superior y faldones ribeteados de encaje, preparaba todo lo necesario para celebrar el sacramento del Matrimonio. Mari y Manuel era la feliz pareja.
          La iglesia moderna con cristaleras tornasoladas, pero sin ningún santo en las paredes, descubría el altar de estilo clásico, con una reproducción de La Piedad. Mucho más pequeño a un lado, un cuadro de Las Bodas de Canaán y al otro, una estatua de la Virgen Milagrosa. Nada más entrar el sacerdote y pronunciar las palabras de rigor, la novia alzó tímidamente la vista hacia la Virgen, como esperando que ésta le hablara:
          -Pero Mari, ¿estás segura de lo que vas a hacer? Eres tan niña y tan ingenua. No conoces apenas a la familia de Manuel, ¿no te parecen un poquitín cursis?
          La novia, tras alzar las cejas, torció con disimulo sus gordezuelos labios  e hizo como si rezara. Miró a la madrina, todavía joven, esbelta, con pamela granate a juego con el vestido ajustado por la cintura. Estómago plano, las pinzas cosidas a la perfección y con semblante de seguridad y prepotencia. Esta visión obligó a Mari a sacar por entre las puntillas de la manga tres cuartas su pañuelito de batista para secarse el abundante sudor.
          El cura continuaba con la apología de esa próxima unión a punto de hacerse realidad por los siglos de los siglos. La muchacha volvió a implorar a la Virgen la descargara de la embarazosa situación, y la Milagrosa, como buena Madre, seguía machacándola sobre su inexperiencia:
          -Pero hija, es que tienes unas cosas... ¿a quién se le ocurre hacer caso a tu amiga Conchita no poniéndote las gafas en un día como hoy? Con tus kilos (que quíen diría llevas dos meses yendo al gimnasio)  y no viendo ni torta, te caerás a la primera de cambio, mujer.
          Mari, ya harta de tanta advertencia, le replicó: ¿Y para qué estás tú si no es para remediarlo?
          Pasó el Evangelio, sin apenas enterarse de si el relato sagrado era de San Lucas o de San Juan, ni del tiempo que había transcurrido. Mari creyó oir un eco confuso, lejano,  que se inmiscuía entre carcajadas de los invitados más jóvenes, tras los fulgores del exquisito órgano, para terminar adentrándose por los oidos de los más ancianos, ansiosos de críticas de todo tipo. El techo, minutos antes altísimo e inmaculado, se tornaba paulatinamente  gris rata y la escayola de los florones en relieve caía en picado, aplastando sin piedad las florecillas de organdí que Mari lucía en su cabeza.
     -Maria Alfonsa Eulalia Concepción, ¿quieres por esposo a Manuel Sánchez Bustarviejo?
     -Sí, quiero, -escucharon los invitados con un murmullo apenas perceptible.
     .Manuel Sánchez Bustarviejo, ¿quieres por esposa a Maria Alfonsa Eulalia Concepción García Ruiz?

     Silencio de cementerio.

     La madre de Manuel  atravesó con un puñal en la mirada al hijo tembloroso y éste cayó en redondo al suelo, sin poder contestar siquiera al sacerdote.                                                              enero 2012.   Tornasol

martes, 20 de marzo de 2012

INSTANTES

Durante mucho tiempo, me dediqué a estudiar,

Durante años me cobijé en un sobre.

Durante siglos, empezaba y no acababa.

Hace mucho que no entiendo de colores de piel

Hace siglos que no sé cuantos años tengo

Hace años que no cuento los días de la semana.

Miré hacia abajo durante años

Miré hacia otros durante años

Miré hacia atrás durante años.

Hace poco que miro hacia ti

Hace poco que miro mi corazón

Hace nada que quiero a mi ser

Hace un instante fui feliz.

Sagrario Merino Domínguez

lunes, 19 de marzo de 2012

Crucero por el amor y la muerte (promo)

Aprovechamos esta entrada para recomendar de nuevo el CRUCERO POR EL AMOR Y LA MUERTE, que se presenta el próximo viernes 23 de Marzo a las 18:30 horas en el salón de actos de la Biblioteca Pública Rafael Alberti, en la calle Sangenjo 38 (Madrid).Si el viento y las sirenas son favorables, el crucero zarpará en hora con todos sus tripulantes.
¡Estáis invitados a la botadura.!
Video promocional del Crucero por el Amor y la Muerte

video promocional de Crucero por el Amor y la Muerte

http://youtu.be/aZabX6yAHQ4

viernes, 16 de marzo de 2012

PRESENTACIÓN DEL CRUCERO POR EL AMOR Y L A MUERTE

El próximo viernes 23 de marzo, a partir de las 18:30 horas el grupo de narradores RELATOPÍA presentará la novela colectiva CRUCERO POR EL AMOR Y LA MUERTE, en un año tan aciago para los viajes marítimos podemos decir que este barco sí ha llegado a buen puerto.
El libro merece la pena porque quizás no desvelará el sentido de la vida, pero puede servir para pasar un buen rato leyéndolo, que ya es bastante.

La presentación será en la Biblioteca Rafael Alberti, situada en la calle Sangenjo 38: VER MAPA AQUÍ

Y para los de fuera y los que no puedan asistir siempre está la posibilidad de leerlo desde el enlace de bubok:

http://www.bubok.es/libros/210610/Crucero-por-el-Amor-y-la-Muerte

La descarga es gratuita aunque también se puede comprar en papel.
Ya saben ustedes, el viernes 23 a partir de las 18:30 horas en la calle Sangenjo 38. Cualquier ocasión es buena para visitar una biblioteca, y más en compañía de los autores y tripulantes de este CRUCERO POR EL AMOR Y LA MUERTE.

jueves, 15 de marzo de 2012

MONÓLOGO INTERIOR.

EN  LA COMPRA.-   Aquí, en esta cola mismo. ¿Qué pasa hoy en el mercao? pues vaya, parece que lo regalan. Una... dos, sí, siete personas.
     Pero bueno, serán familia numerosa, dos kilos y medio de lenguaos, ¡qué horror! Vaya, creo que va a pagar.El siguiente. Ese querrá poquito, parece un viudo. Lo que yo decía, cuarto de boquerones. Bien fresquitos que están. La siguiente. Venga, señora, que le toca a Vd. Está en Babia...
     ¡Uff! me voy a empinar a ver cómo está el género. Cualquiera se fia de la pescadera, menuda lagarta, dice que está recién cogido.  Esos bacaladitos... ni regalaos, llega el olor hasta aquí. Que se los cene ella y el marido. Llevaré aquella pescadilla de pincho. Tiene un ojo a lo Bette Davis y qué lomo tan terso.
     ¿Eh? Las dos menos cuarto. Me cierran en la tintorería. Y el niñito de la de atrás pringándome la falda con el chupachup. ¡Ay! ya le toca a la cursi de delante, pero, ¿qué veo? será asquerosa. Está pidiendo mi pescadilla de pincho.

miércoles, 14 de marzo de 2012

EL RITO

Las nubes pasaban rápido esa mañana, sin tiempo para esconder el sol. Dentro del pequeño templo Ana y Luis, tensos e inmóviles en sus asientos, ansiaban la conclusión de la prueba mientras la multitud los esperaba fuera.

Don Manolo mostró todas las cartas de la baraja, narrando sucesos verídicos, dramáticos e incluso cruentos que desataron las lágrimas de la madre de Ana.
Terminada la exposición de su condena, la bella aludida pareció libre de pecado tras la égloga, aunque no de sospecha tal y como confirmaron las personas convocadas dentro del lugar sagrado mediante un silencio convenido y ancestral.

Ana y Luis recorrieron juntos el pasillo y se encaminaron hacia la calle.

Deslumbrados por la luz sucumbieron sepultados por los granos de arroz que, a kilos, caían sobre los dos.


DE NARRACIÓN FANTÁSTICA Y CIRCULAR.

PASEO EN ESPIRAL.-  Me encontraba en un sitio circular, ruidoso, con gente joven. Parecía un aula de cuento, pero sin pupitres ni calendario en la pared, ni tampoco papeleras. El presunto profesor situado en el centro, era un tipo alto, demasíado en comparación con todos los de allí, ocho o diez personas a lo sumo. Me acomodé en una de las sillas existentes, de diseño, con tapicería de tonos chillones; pero no, no, pronto comprobé que se trataba de sillas de ruedas, con mandos a distancia superactuales, herramientas de audio, inalámbricos y algún otro elemento de equilibrio. Un adolescente de edad indefinida, cabeza con rizos y grande en relación con su cuerpo, se dirigió deslizándose hasta el maestro y directo a una especie de pizarra transparente. Pulsó el mando pegado al brazo derecho de su silla y en ese instante, comenzaron a bailar letras y números confusos hasta formar la palabra  Dysneigandia. La palabra me sonaba, pero me dió que pensar, ¿cuál sería el idioma que se cocía en ese lugar? Aunque en algún momento me quedé con la mente en blanco sabía que yo hablaba español, pero los individuos aquellos qué clase de dialecto pronunciarían... Yo me consideraba normal, agradable, a veces algo tímido y, desde luego, enamoradizo. Me habían recomendado aquel taller, donde me aseguraron  aprenderás cosas nuevas, conocerás gente distinta, leerás libros de forma diferente, y te sentirás en las nubes. Eso ya se lo había oido decir a mi madre veinte veces, lo de las nubes, claro. Aquéllo era otro cantar. Me creí en un cine de tercera dimensión, donde de repente, los objetos se situaban en relieve frente a mi. Miré a mi derecha, y mi compañera de silla algo rarita, con cara pequeña y gorro de lana azul marino, me señaló a la música que no sé de dónde provenía. ¿Por qué persistía ese ruido de fondo constante, machacón, como si fuera el Bolero de Ravel escuchado una y otra vez por un tartamudo?
          Palpé mi frente, menudo chichón tenía en mi lado derecho. Aquel chaval del grano en la nariz me había sacudido hacía un rato con una bola de nieve. Vi unos copos a través del cristal. Ya iba averiguando algo. Era pleno invierno. Llevaba el sueter de punto que me habían traido los Reyes. En mi bolsillo, una factura de calefacción, a ver, qué es ésto, sí, sí, del año que acababa de expirar, 2011. De pronto sentí un miedo atroz de haberme trasladado a un lugar recóndito, a que no fuera mi ciudad, en unos cursos que yo no había solicitado, con unos colegas que manejaban las sillas mejor que yo. Ni siquiera había  acudido a mear porque no pude poner en marcha el mando de la puta silla. Por fin, parece que mi mente se abría. ¿Tendría que ver ese pelotazo de nieve? Si, veo más claro. Soy  yo. El yo auténtico, Benito Riquelme, que se levanta todos los días a las seis de la mañana  para llegar a la Verbena de Lavapiés  y abrir con mi jefe los circuitos de Coches de Choque. Me introduje en mi garita. Contemplé todavía aturdido, cantidad de minicoches con faros ultramodernos dignos del niño más exigente de la Feria. Papás y abuelos habían madrugado ese domiungo. Los gorritos de colores parecían setas desde mi silla. (Ejercicio en el Club de Escritores).

martes, 13 de marzo de 2012

Saludos

Hola, Saludos en este martes 13 a todos los embarcados en el Crucero por el amor y la muerte, que paséis un buen día y no dejéis de tener a mano los chalecos salvavidas

lunes, 12 de marzo de 2012

La última cena del Conde Drácula. Autor:Enrique Romero

Título: “La última cena del conde Drácula”  Enrique Romero

Dedicado a todos los que se atreven a ser libres y a reírse de todo, incluso de sí mismos.

La luz de la Luna de marzo entra a cuchillo por el ventanuco de una destartalada buhardilla de la madrileña calle San Roque iluminando un viejo ataúd negro. Cruje la madera de las vigas. El viento de la noche aúlla por las rendijas como ánimas del purgatorio. Una mano huesuda y pálida empuja desde dentro la tapa del féretro que se abre con un gemido de puerta vieja.
El anciano conde se incorpora bostezando y estirando sus entumecidos brazos. Se atusa el canoso cabello y se arregla como puede las arrugas de su polvorienta y desgastada levita. Apartando telarañas se lava la cara en una jofaina de porcelana desportillada. Luego, frente a un espejo vacío, se pasa la lengua por los dientes y colmillos. El hambre aprieta. Se pone la capa y baja a la calle por la estrecha escalera de madera astillada.
 La ciudad bulle. Los aromas de la primavera inundan el aire. Entra en el “El Bocho” a tomarse un caldo con jerez.
-Hombre, señor conde, cuanto bueno por aquí. ¿Muy pronto sale hoy, no?- Le dice el barman.-Tengo una sangre encebollá recién hecha, y sin ajo, como a usted le gusta, que quita el sentío. ¿Le pongo una racioncilla?
-Eso ni se pregunta, pero primero ponme un caldito que no estoy muy fino yo hoy. No he pegado ojo en todo el día. Será la jodía primavera que me revuelve las entrañas.
El caldo le entona el cuerpo y después de la sangre se pide una morcillita de Burgos. Con el estomago caliente se levanta y golpea el mármol del mostrador con un billete de diez en la mano.
-Ponme un Ciento Tres y cóbrate.
Se ventila la copa de un trago y sale a la noche madrileña. Por la calle del Pez y la Corredera Baja llega hasta los soportales de la plaza de los cines Luna, donde unos vagabundos hablan de sus cosas compartiendo un cartón de Don Simón y unos sobaditos del Spar, ahora regentado por unos chinos.
-Señor conde, eche usted un trago.- le dice Mihail, un ingeniero ucraniano enorme y sonrosado que tiene establecido su domicilio en esos soportales desde hace muchos años.
Y por educación, no porque le apetezca, bebe del cartón.
-Esto sienta bien, que está la noche fría. Por cierto: ¿ No irá usted por un casual para la zona de la Plaza Mayor?
-Pues sí, tengo que pasar por allí.
-Estupendo,  si no le importa me voy con usted. Es que quiero ver a unos colegas que paran por Cuchilleros.
El ingeniero se agarra del brazo del conde y echan a andar. Es ciego de cuando Chernobyl. Se quemó la cara y la tiene como un mapa, surcada de enormes cicatrices.
-Vamos pues, pero tengo que pasar por el Tu y Yo a liquidar deudas con Ahmed.
-Muy bien-contesta Mihail-Así echamos un vistazo al género-añade riendo su gracia.
Suben por Desengaño y bajan por Ballesta hasta el antro que a esas horas hierve de actividad.
-Hombre, a quien tenemos por aquí, el conde y la compaña-Les saluda Ahmed efusivo- Lilí, ponles un güisquito a los señores.
Lilí, con los pechos al aire, les sirve dos vasos de tubo de la botella del Dyk. Sobre su pecho izquierdo un tatuaje reza “Yo también prefiero Sanders”.
-Siempre me ha gustado más tu pecho izquierdo que el derecho-dice el conde con cortesía.
-Ya ve usted, que tendrá el uno más que el otro.-contesta Lilí meneándolos con gracia.
-Déjame tocarlos- dice el ciego mientras tantea con las manos buscándolos- es para poder compararlos.
-Quieto parao, que esto es un topless-bar, pero el magreo no está incluido en la copa resalao- dice Lilí sujetándole las manos- Ahora te  pongo unos cacahuetes para que te entretengas.
-Es que mis manos son mis ojos. Y si todos miran de gratis, pues digo yo que  tendré que tener derecho de tocar, ¿no? A ver si los munipas os van a tener que cerrar el local por discriminar a los minusválidos.
-Nos ha jodío, no es listo ni ná el ingeniero.- Dice Lilí  y todos ríen.
El conde le entrega discretamente a Ahmed unos billetes doblados.
-Lo prometido es deuda, ahí va lo que te debo.
Ahmed los guarda sin contarlos.
-Si ya sé que usted es hombre de palabra. Bueno señores, si pasan por Montera díganle a mi primo que le estoy esperando.
El conde y el ucraniano salen del Tu y Yo ya un poco tocados por la mano del Dios de los etílicos. Por no bajar escaleras, y sobre todo por no oír los gritos de la Diva, una mujer medio loca que pernocta en el paso subterráneo de la Red de San Luis y con la que el conde tonteó en alguna ocasión, cruzan la Gran Vía por arriba a la carrera dando tumbos y esquivando taxis que pitan como demonios.
En los recreativos de Montera buscan al primo de Ahmed pero nadie les da razón de él. Le dan el recado a Walter Jesús, el encargado, un ecuatoriano sonriente que les invita a un carajillo muy cargado, en vaso de plástico y hecho con el peor coñac del mundo.
            Cuando salen Montera abajo ya van visiblemente cocidos. Se tambalean y saludan a diestro y siniestro a prostitutas y chulos. En un descuido el ciego se estampa los morros contra una señal de tráfico y ambos, la señal y él caen al suelo con estrépito.
-¡Lo siento, lo siento!- dice el conde intentando levantarle- Me he despistado saludando a estas señoritas.
-Me cagó en todo lo que se menea- maldice el ucraniano buscando a tientas su bastón y sangrando como un gorrino por una ceja.-¡Y encima se me han caído los putos cacahuetes!.
Dos brasileñas le ayudan a levantarse, y el hombre aprovecha para tantear el terreno femenino. Lo meten a un portal, donde a duras penas le limpian la sangre con unos clínex. Luego, en agradecimiento, las invitan a unos pacharanes, y en esas estaban cuando entra en el bar hecho una fiera el chulo de las chicas, un colombiano hijo de puta de labio leporino y la emprende a empujones e insultos con ellas.
 -¡Oiga, caballero, haga el favor de tratar con respeto a esta pareja de buenas samaritanas!-Le increpa el conde enarbolando su bastón de puño de plata. El chulo saca a orear una navaja automática y su diente de oro brilla amenazador presagiando tragedias. Una de las brasileñas le estampa la botella de pacharán contra la cabeza y cae a plomo cuan largo es. Se oyen las sirenas de la policía y salen todos por patas hacia la Puerta del Sol, la cruzan y se meten en el Burguer King de la calle Esparteros que a esas horas está casi vacío. Bajan a la planta sótano y se sientan en una mesa. Una de las chicas entra en el servicio con Mihail y le limpia la cara con papel de váter mojado. La otra sube a por unos Hapymiles y cervezas.
 En un rincón una pareja de chinos se mete mano y en otro un yonki se mete un chino. Se comen las hamburguesas, las patatas, los petisuis, los actimeles y ríen comentando la movida y jugando con los regalitos.
Luego, Mihail, con un trozo de papel de váter pegado en la ceja se arranca a cantar lánguidamente con voz de tenor viejas canciones de la guerra de España.
-“Aunque nos quiten el puente y también la pasarela me verás pasar el Ebro en un barquito de vela...”.
Su padre estuvo con las brigadas internacionales en Belchite y dejó al marcharse un hijo en el vientre de una preciosa maña de la CNT. La búsqueda de ese hermano perdido fue la excusa que le trajo a España al poco de quedarse ciego pero no lo consiguió encontrar. Por su parte el conde vino huyendo de la miseria, como tantos rumanos, al haberse arruinado y haber visto como su castillo era subastado y adquirido por la Disney tras la llegada del capitalismo a su país.
 La nostalgia se adueña de la situación. Una de las brasileñas apoya su cabeza en el hombro del conde. La visión de su precioso y largo cuello en el que se adivina el latido de la yugular excita al anciano que como quien no quiere la cosa besa ese cuello de cisne y un raudal de adrenalina le ciega. Con delicadeza hunde los colmillos sin que ella sienta dolor alguno y bebe del preciado fluido vital que mana generosamente. Ella no lo nota. Cree que son mordisquitos de amor y poco a poco, dulcemente, se desvanece en un profundo sueño.
 Mientras tanto, el yonki, que era cura en la Rosilla hasta que se enganchó al crack, está casando a Mihail con la otra brasileña. Matrimonio de conveniencia. A ambos les conviene. A ella para tener papeles comunitarios y poder vivir en el lado bueno del mundo. A él para tener una mujer hermosa que le alivie las heridas de la vida.
Farfulla latinajos mientras les bendice con la mano con la que sostiene el papel de plata todavía humeante. Luego se marchan los recién casados de luna de miel al polígono Cobo Calleja en la carretera de Toledo, donde la chica tiene unas amigas en un club de carretera que les darán cobijo.
En un arranque de romanticismo el conde le pide al cura yonki que le case también a él con la otra brasileña in artículo mortis. Durante la ceremonia se quita de uno de sus dedos una valiosa y ancestral sortija con el escudo de armas de su noble familia y lo pone en el anular de la chica que sigue inconsciente. Luego sale a la calle y subiendo por Postas un hombre con gabardina, de la ancestral Liga Anti-vampírica Internacional, se le echa encima, le derriba y sacando una estaca afilada se la clava en el pecho al grito de “¡Vade retro Satanás!”. El conde queda tendido en el suelo. Un último pensamiento de paz recorre su mente. En el fondo deseaba que llegara este momento. Ya estaba cansado de vivir siempre con miedo, huyendo de sus innumerables perseguidores. La inmortalidad es demasiado larga, y puestos a morir qué mejor que hacerlo en esta maravillosa y enloquecida ciudad.

Microrrelato: El Club de Romerales

Saxofón, Razón, Dación, Botón, Expropiación
El Club de Romerales
Romerales, abogado cincuentón y soltero, gustaba de tocar el saxofón los martes y jueves en un club de jazz. Muchos de sus amigos y clientes  iban  allí porque algunas consumiciones les salían gratis. El Club era suyo, y lo montó para tocar música y para hacer allí sus inefables y provechosos business.  A Julián, le defendió con éxito  en el pleito de la expropiación, y desde entonces, los cuantiosos millones que obtuvieron con razón del Estado, los dilapidaban  generosamente con mujeres a las que incluso se llegaban  a intercambiar.
A las cuatro de la mañana, cargados de copas, Julián se levantó como un resorte sorprendido por la forma en la que Lucia le  había apretado su botón, y con el dolor contenido, pidió a  Romerales que le explicara  como  la iba a defender al día siguiente en el Juzgado mediante la Dación.

HAIKÚS DE BIENVENIDA.


Niños al salón
como agua de mayo
entramos al blog

Un día de sol
Hay que gritar a coro
¡¡RELATOPÍA!!

Crucero de Amor
la Muerte no interesa
amigo que escribes.

        Maribel Sebastián
http://www.bubok.es/libros/210610/Crucero-por-el-Amor-y-la-Muerte

EL SAXOFONISTA

            MICRORRELATOS DE ABOGADOS     MARZO 2012


           EL SAXOFONISTA


              Para muestra basta un botón – dijo el abogado. Esto ocurre todos los días.
             Su cliente malvivía de tocar el saxofón en tugurios de mala nota. Le sobraba  razón, si por eso entendemos la lógica tozuda de los seres maduros. ¿Cómo se digiere estar  a punto de sufrir la expropiación de tu piso y, además, tener que pagar las letras de la hipoteca? ¡ Hacía falta tener tragaderas de alcantarilla!
              Finalmente se aprobó  la Ley de dación del piso en pago de la hipoteca.
              El saxofonista, en la intimidad de la noticia recién estrenada, se preguntaba si debería mostrarse contento de que solo le echaran a la puta calle, teniendo en cuenta que no cobraba subsidio de desempleo y su mujer había ahuecado el ala en compañía de un subastero. Tampoco era cosa de revolcarse en la desgracia de su desguace personal. Dirigiéndose al saxofón dijo: “Siempre nos quedará el Metro”.





Charo Martínez
Marzo 2012

una de gangsters autor: Enrique Romero


Una de gangsters

La habitación es grande. Hay un crucifijo sobre el cabecero de la cama. Se oye a Aznavour en una radio lejana. Un hombre en camiseta fuma mirando al techo. Las volutas de humo azulado proyectan sombras contra la pared. Suena la cisterna del váter  y entra una joven rubia en albornoz.  Al cerrar la puerta del baño el calendario con la hoja del mes de enero que cuelga de una escarpia clavada en la misma queda bamboleándose un rato.
Sobre la mesilla de noche, junto a un paquete de Gauloises, hay un revolver.
Al verlo la chica dice:- Esto ya no me gusta nada, ¿eh?.
El hombre, sin mirarla, y echando el humo mientras habla contesta:
-Si no querías aventuras no haberte metido en ésta.
-No sé, me lo imaginaba de otra manera. Lo de los tiros y todo eso no me gusta.
-Pues ahora ya no puedes hacer nada, tendrás que seguir hasta el final.
De un perchero cuelga un sobrero de fieltro gris. Suena el timbrazo de un viejo teléfono de baquelita negra. El hombre descuelga.
-Allo? … Oui, c’est moi…. Bien sûre….  A huit heures ….d’accord… a bientôt.
Cuelga, apura la última calada del pitillo y lo apaga en un cenicero de cristal que tiene una foto en sepia de la torre Eiffel.
-¿Qué te ha dicho?- pregunta ella peinándose ante un espejo redondo.
-Que pasarán a buscarnos a las ocho- contesta él guardándose el revolver en una cartuchera que lleva sujeta con correas de cuero en el costado.
-Pues yo no voy, prefiero quedarme aquí.
-Pero no seas tonta, si no te va a pasar nada, te vas a perder lo mejor.
-Que no, que me quedo, los tiros y las persecuciones me ponen mala, me dan taquicardia..
-Pero mujer, si lo estabas haciendo muy bien hasta ahora- insiste él sonriendo pícaramente mientras se acerca a ella y la coge de los hombros.
-Bueno, ya sabes que para las escenas de cama soy una experta.-dice ella acercando sus labios a los de él y besándole suave y cadenciosamente con los ojos entrecerrados.
-Te pareces a Alain Delon- Le dice mirándole emocionada cuando se separan.
-Y tu a Catherine Deneuve- Ambos se ríen
-Bueno, si no quieres venir no vengas, pero recuerda que tienes que estar sin falta a las 9 en el Pont des Arts.
-No te preocupes, allí estaré.
Él se pone el sombrero ligeramente ladeado tapándole un ojo y subiéndose las solapas del abrigo sale de la habitación. Ella se asoma a la ventana y al poco llega un Peugeot 104 negro del que salen dos hombres malencarados. Él les dice algo, discuten, ellos miran hacia arriba y ella se esconde asustada tras el visillo. Uno de ellos saca una porra corta y le golpea con fuerza en la cabeza. Él cae desvanecido y entre los dos lo meten en el coche y arrancan haciendo chirriar las ruedas.
Ella baja corriendo en albornoz a la calle y grita pidiendo auxilio. El coche se pierde por el Boulevard Sant Michel abajo en dirección al río. Se aglomeran algunos transeúntes. Ella llora desesperada. Llegan unos gendarmes y la trasladan a la comisaría. Está tan nerviosa que no puede articular palabra.
-No entiendo lo que me dicen- balbucea entre sollozos sentada en el despacho del comisario- no sé francés.
- D’accord, patientez, s’il vous plait.
El policía se levanta y sale. Hay una gabardina colgando de un perchero. Ella la coge, se la pone y se asoma con sigilo al pasillo. No hay nadie. Sale saludando con naturalidad al policía de la puerta  y se va calle abajo hacia al Pont des Arts.
Al llegar se sienta en uno de los bancos de madera y espera. Suenan las nueve en algún reloj. Es de noche. Ella se abotona bien la gabardina. Mete la mano en el bolsillo y saca una pistola. La mira con sorpresa, luego la empuña y la esconde de nuevo en el bolsillo.
Por el puente llegan andando tres hombres y se paran a unos 20 metros de donde está ella. El del centro sigue caminando. Está herido. Se tambalea y cae. Ella corre hacia él.
-¿Qué te han hecho?-grita ella abrazándole en el suelo.
-Madmoiselle, usted tiene algo que nos pegtenece, dénoslo y no le pasagá nada.-Dice uno de los hombres malencarados.
-Dáselo Madelaine, dáselo y acabemos con esto-dice él con voz entrecortada.
-¿Pero vosotros que coño os creéis? –dice ella levantándose fuera de sí y sacando la pistola del bolsillo. –¿Es que no sabéis que esto no es más que una puta película?  Y da la casualidad de que vosotros sois los malos y nosotros los buenos. Así que joderos, que ya sabéis que en las pelis siempre ganamos nosotros.- Y comienza a disparar, justo cuando ellos ya sacaban sus pistolas, acribillándoles a tiros.
Los malos caen. Uno de ellos se vence por encima de la barandilla y vuela hasta el río. Ella, con lágrimas en los ojos abraza a su compañero herido, se oye acercándose la sirena de la policía y suena la inequívoca música que anuncia el final mientras salen las palabras mágicas “The End”.
Luego se encienden las luces del cine y se quitan los cascos, las gafas especiales y se miran sonrientes.
-¡Buah, tía, el final ha sido alucinante, eres la hostia!
-Si, la verdad es que ha molado, me ha sorprendido a mi misma.
Al salir, el bullicio de la calle Fuencarral les devuelve a la realidad.
-¿Qué, nos tomamos una cañita en el Comercial para despejarnos?
Y cogidos de la cintura se pierden entre la gente mientras cruzan la glorieta de Bilbao.


Enrique Romero, Madrid, enero de 2009