sábado, 20 de octubre de 2012

Ellos dos
  
Como todos los días, Miguel regresa a casa. Con sus pantalones de pana desgastados, se agacha y le da un beso a Marisa. A continuación se sientan en la mesa para cenar. Como siempre, cuenta un chiste, no hay un día que no lo haga.
Muchas veces es el mismo que el día anterior pero le cambia los detalles tanto, lo relata de tan diferente manera que si lo oyeseis, diríais, que es otro.

Cada día regresa un poco más agachado que el día anterior, cada día es más feliz por saber que allí está su mujer, la persona que más quiere en este mundo y quien más le entiende.
Cada vez que vuelve a casa, respira a fondo porque sabe que llega su hora de paz.             
  
De nuevo, Marisa se levanta de la mesa donde estaba escribiendo su tarea para el día siguiente, mira de reojo su cara en el espejo del pasillo, se atusa el flequillo rápidamente, abre la puerta y, de puntillas le da un beso a Miguel.
De nuevo, siente el estremecimiento en todo su ser. Se recuesta en el hombro de él como queriendo mantenerlo dentro de sí lo más posible.
Otra vez reconoce estar donde y con quien quiere estar.

A diario, cada día, nuevamente y otra  vez envejecen juntos.



Vuelo de hojas
bajo el sol, remolinos
de abajo a arriba.

miércoles, 3 de octubre de 2012


     Hola, compis: He sentido mucho, mucho no haher asistido a la clase de ayer , pero a la próxima ahí me teneis como un clavo. No sé si será en El Quinto o en la Biblio.  Inspirada por la brisa del mar, esta mañana he escrito este pequeño relato. Estoy muy desentrenada pero ahí va:

EL PINTOR QUE NUNCA EXISTIÓ.-   Pintaba como una gaviota que traza su recta con perfección, surcando las aguas del mar. El blanco de sus paisajes semejaba al de las palomas picoteando la arena de la playa, y sus dorados, eran como conchas al recibir prolongadamente los rayos de sol del atardecer.

          Se trataba de uno de esos creadores que, al mirar a su obra, te ahogabas irremediablemente en sus marinas, entre esas olas plateadas que, de vez en cuando, bebían la espuma de su propia violencia.
          Ni los habitantes más sensibles del pueblo entendían esas pinceladas firmes, tal vez sólo vistas en algún cuadro de un mago de la plástica.
          Le encargaban carteles para las fiestas patronales, abanicos pintados a mano, pañuelos de seda salpicados  con motivos marineros, iniciales artísticas en blusas de señora, y así iba subsistiendo y plasmando una parcela de su gran imaginación.
          Conoció a la dama de sus sueños y pronto se celebraron las nupcias: cadenetas de guirnaldas, vestido etéreo de raso, tocados de tul ilusión, el ramo de gladiolos por los aires, pétalos y arroz a discreción, risas de los inocentes niños que casi se fusionaron con el llanto de una recién nacida, blanca y rosada como el mármol de la pila bautismal La niña creció tan rápido como danzaba la cometa aquel día ventoso de octubre. Enseguida, como la gaviota, ya trazaba rectas increibles, y a la vez, casas con chimeneas, nubes de nácar, mamás con delantal, caminos rodeados de lavanda y minúsculos y bellos objetos impropios de su corta edad.
          El padre, en su modesto estudio, intentaba dibujar una de sus creaciones en un lienzo de color claro. No lo conseguía a pesar de ser el cuarto día de dura concentración.
          Sin embargo, su semblante, no denotaba tristeza ni frustración. En su mirada se encendió una luz especial. Ojeaba una de las cartulinas con los últimos trazos que había garabateado la pequeña de la casa.
          ¡¡Ella sí era la artista!!

Tornasol.
                            (Primer relato corto para el Club de Escritores.  Octubre,2.012