jueves, 6 de noviembre de 2014

DÍA DE DIFUNTOS.

          NOVIEMBRE.

Un 2 de noviembre.-  Hay pisadas huecas en el cementerio. Es su día y sobre todo su noche. Han salido a rezar, a dar gracias por los muchos familiares que les han visitado. Aspiran el aroma de las innumerables flores  que adornan sus tumbas  y, sobre todos las margaritas, algo estropeadas por la lluvia de ayer, cada hoja, les recuerda  una  a una,  a  las personas que los  lloran y los quieren, a pesar de los años, meses, o días transcurridos. La mayoría, sienten felicidad, porque aunque sus cuerpos aparecen algo irreconocibles, sus almas, blancas como el nuevo amanecer, permanecen donde y con quien  deben estar,  Contentos, a pesar de su sonrisa congelada, su rostro difuminado con la niebla, sus andares etéreos, sus frentes cabizbajas, sienten una paz interior, un consuelo por lo bueno que han transmitido en vida  y por lo malo que, de existir la reencarnación, no volverían  a  repetir. Ya el tiempo no cuenta. No conocen horas, ni minutos  y, en un segundo, el camposanto resplandecerá  florido, silencioso, con sus ángeles en las  lápidas adornadas con las gotas de lluvia que, al salir el sol,  parecerán diminutas perlas.
                                                                                               
Tornasol.