jueves, 11 de junio de 2015

MITAD DE AÑO.


          JUNIO.-  Junio tiene otro color. Se ha derretido la blancura de sus montañas. Las nubes de su cielo azul añil son lentas  como niños holgazanes que les da pereza ir al colegio, aunque el aire de las mañanas traiga aromas de tostadas con fresa  y cacao con leche templada. Ese delicioso olor que esconde el invierno en sus  contraventanas cerradas a cal y canto. Los pájaros despiertan retrasados a las mamás que tampoco han oido el despertador ni el ruido monótono de la máquina de afeitar del papá de la casa. La calle, desde el balcón del cuarto piso, también se despierta con otro colorido: cortinas vaporosas de tonos claros se balancean levemente al ritmo de ocho campanadas de la iglesia cercana; han pintado el cierre de verde chillón del almacén  de enfrente; la señorita nueva de la chocolatería saca a la acera, ya deslumbrante de sol, tres mesitas redondas  y banquetas con respaldo. ha estrenado delantal con varias hojas de margaritas, escapándose de la tela azul marino; se van extendiendo  dos toldos, el de la tienda de tejidos y otro de la peluquería unisex, recién inaugurada. La lona amarilla se ciega con los rayos solares; dos chicos y una chica se apresuran a coger el autobús que llega. La manga corta de las  camisas muestra el color, aún sin broncear, de sus brazos que contrasta con las carpetas de rayas rojas y ocres.
La primavera se ha estabilizado. Habrá todavía alguna tormenta, pero las gotas de lluvia  y el viento del sur  nos envolverán  con otro perfume de hierba verde y húmeda, de paraisos que embriagan las huertas  de las afueras  y de agua de colonia que desprenden los niños bien repeinados en sus últimos días antes de las vacaciones de verano.

Tornasol.