sábado, 20 de octubre de 2012

Ellos dos
  
Como todos los días, Miguel regresa a casa. Con sus pantalones de pana desgastados, se agacha y le da un beso a Marisa. A continuación se sientan en la mesa para cenar. Como siempre, cuenta un chiste, no hay un día que no lo haga.
Muchas veces es el mismo que el día anterior pero le cambia los detalles tanto, lo relata de tan diferente manera que si lo oyeseis, diríais, que es otro.

Cada día regresa un poco más agachado que el día anterior, cada día es más feliz por saber que allí está su mujer, la persona que más quiere en este mundo y quien más le entiende.
Cada vez que vuelve a casa, respira a fondo porque sabe que llega su hora de paz.             
  
De nuevo, Marisa se levanta de la mesa donde estaba escribiendo su tarea para el día siguiente, mira de reojo su cara en el espejo del pasillo, se atusa el flequillo rápidamente, abre la puerta y, de puntillas le da un beso a Miguel.
De nuevo, siente el estremecimiento en todo su ser. Se recuesta en el hombro de él como queriendo mantenerlo dentro de sí lo más posible.
Otra vez reconoce estar donde y con quien quiere estar.

A diario, cada día, nuevamente y otra  vez envejecen juntos.



2 comentarios:

  1. Muy acertado, Sagrario: Cuando se está enamorada de un marido, aunque te haya contado varias veces el mismo chiste siempre te hace gracia. Romántico y tierno, hermoso de verdad. También el título.

    Tornasol.

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  2. Hola, otra vez, Sagrario: La frase final también me ha encantado. Únicamente veo algo que desmerece un poco: cuando dices, pasillo, flequillo y de puntillas. (Todo demasíado cerca, ¿no crees que cambiando al menos uno de esos sustantivos te quedaría mejor?)
    Si piensas que no merece la pena cambiarlo, tú eres la autora y yo una mera aficionada a escribiente. Gracias.

    Tornasol

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