domingo, 18 de noviembre de 2012

EL LEJANO Y ÁRIDO OESTE

EL LEJANO Y ÁRIDO OESTE
Algo intuyó Tarzán al coger aquella liana. En el último momento la Chita también se enganchó a ella.
El viaje se les hizo eterno, la mona chillaba asustada y el hombre le gritaba que se callara.
Por fin tocaron tierra, pero todos los árboles habían desaparecido, todo estaba seco. Las edificaciones no se parecían en nada a la casita que él y Jane tenían en la selva encima de un árbol. Eran casas de madera, de una madera muerta, del color de aquella tierra yerma. Todas pegadas al suelo se alineaban a ambos lados de aquel seco camino.
Delante de algunas puertas había unos extraños animales de cuatro patas que ellos no habían visto nunca. Encima de ellos llevaban unos asientos y estaban atados  al porche de algunas casas.
De pronto de una de ellas que tenía unas puertas que abrían y cerraban para dentro y para fuera, salieron dos hombres empujándose y pegándose con los puños cerrados en la cara y en el cuerpo. Ambos rodaron por el suelo polvoriento.
Tarzán avanzó hacia ellos tratando de separarlos y la Chimpancé dando chillidos saltaba de uno al otro y al hombro de Tarzán.
Aquellos hombres al ver al hombre desnudo, cubierto por un taparrabos y a aquella mona histérica, dejaron de pelear y salieron corriendo hacia los extraños animales, se subieron a ellos y a galope tendido desaparecieron sin dejar rastro.
El hombre y su amiga mona entraron en aquel establecimiento no sin antes haber empujado varias veces las divertidas puertas que iban y venían.
Al entrar empezaron a toser, todo estaba lleno de humo, se veía con dificultad y había muchos hombres vociferantes que bebían de unos vasos transparentes. Encima de unas tablas unas mujeres bailaban frenéticamente, mientras que un hombrecillo tocaba una música extraña en una especie de mesa alargada con dientes blancos y negros que al apretarlos sonaban estridentes.
Cuando los vecinos de ese pueblo vieron la extraña aparición se hizo un repentino silencio.
Una de las mujeres dio un alarido que puso en guardia a los hombres. Estos sacaron con rapidez unas armas que llevaban dentro de las fundas sujetas a un cinturón, el cual a su vez estaba atado a la cintura.
Amenazaron al hombre y a la mona. Esta se había encaramado a la espalda de Tarzán protegiéndose detrás de él.
-¿Quién eres tu forastero- le increparon- y porqué vas desnudo?.
El hombre semidesnudo no entendía nada pero con voz de trueno golpeándose el musculoso pecho con los puños, exclamó:
-Yo Tarzán esta Chita-  dijo señalando a la mona
-En este pueblo no está permitido ir desnudo por la calle. El decoro y la virtud de nuestras mujeres y niños se pueden poner en peligro- dijo adelantándose uno de los hombres que lucía una especie de estrella dorada prendida en el chaleco de cuero que vestía.
-Yo Tarzán, esta Chita- volvió a repetir el forastero.
-¡Esto es intolerable, no se aviene a razones, hay que aplicarle la Ley de Linch, es un peligro para nuestra convivencia!- opinó el de la estrella.
Entre todos inmovilizaron al hombre y a la mona pero no contaron con la fuerza sobrehumana de Tarzán que en un par de movimientos se desligó de todos ellos y echó a correr hacia la calle con la mona encaramada en su espalda.
De un salto subieron al tejado y corrieron con una velocidad inusitada dejando boquiabiertos a los vecinos.
Saltaron de tejado en tejado hasta una viga más alta de lo normal golpeó a Tarzán en la cabeza haciendo que éste se desplomara sin sentido…
-¡¡Tarzán, Tarzán, despierta!! ¿qué te ha pasado tienes una herida en la frente?
La  mujer mojó una tela en el arroyo de agua fría y se lo pasó por la toda la cara al hombre. Este, al fin, abrió los ojos y al verla una gran sonrisa iluminó su rostro.
-¡Jane, Jane, que hombres más horribles! querían matarnos, menos mal que hemos podido escapar! ¡Que sitio mas desagradable solo había polvo, no había árboles todo era gris, pardo! No sé que ha pasado.
-Tranquilízate cariño ya ha pasado todo, pero ten cuidado, te lo vengo diciendo, esa planta que se gusta masticar no te hace ningún bien, creo que no es buena para la cabeza, te puede jugar malas pasadas.

Fuencisla nov. 2012



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