martes, 27 de agosto de 2013

MIEDOS

           PUDIERA OCURRIR.
  Padecí con fastidio, en un pasado no muy lejano, tres días con sus respectivas noches, un ataque de lumbago ; a veces, me he puesto ronca sin saber porqué, ni estaba constipada ni sentía dolor alguno, pero sí miedo a no poder hablar más.  Recuerdo hace años, que pasé terror con "La noche de los generales" película de suspense  del año 67, pero lo que se dice miedo, miedo constante,  sólo me causaban las  frecuentes  pesadillas infantiles de cuando nos perseguía el hombre del saco o el "desconocido" coco, como te decían entonces. Después, perdida la inocencia y la ingenuidad de la niñez, es otra cosa. Todo ha cambiado. Se siente miedo de que te despidan del trabajo, al trágico desahucio, al negro porvenir de los hijos, a las guerras, de que no te pueda atender un médico a su debido tiempo: de algo inminente, terrenal, de cosas no ficticias, sino, desgraciadamente, verdaderas.
          A ciertas edades, un poco más avanzadas, tienes miedo de no poder  seguir los pasos adolescentes de tus nietos, en estos tiempos atroces de tecnologías digitales, dispersas por atajos sin vigilancia e información  inadecuada,  o a  no tener el gusto de conocer a su primer amor que mire y hable con dulzura a los abuelos ya ancianos.
          Hoy, mi temor es más absurdo. En mi vigilia de estas tórridas noches de agosto, estrujo mi cerebro de incipiente escritora, por localizar en lo más profundo de sus recovecos, un argumento apetecible para mi próximo relato breve. No pido ninguna historia de novela importante, ni mucho menos, magistral, ¡no!  Un pequeño resumen, un episodio bien construido, dramático, jocoso o de intriga, aunque únicamente un solo  lector se emocionara  con el texto de mi escrito.
          A estas alturas de mi vida, siento un miedo angustioso de que mis  "ideas"  se hayan eclipsado, de notar mi memoria disminuida. Sin ir más lejos, he perdido el bolígrafo, aunque quizás lo haya escondido  adrede, en un lugar inaccesible, para no verme obligada a  enredarlo con fuerza entre mis dedos y situarme  junto  a mi mesa,  taladrando mis neuronas  ante el  folio en blanco

Tornasol..

No hay comentarios:

Publicar un comentario