jueves, 1 de agosto de 2013

¿QUÉ HAGO?

          ¿Y QUÉ HAGO AHORA?  ¡¡Ya en agosto!!  Son días largos, de bostezos, de chapuzones constantes, vueltas en la cama con la sábana enrollada al cuello y al sudor, ¿me levanto ya? un ojo medio abierto, otro cerrado. Son vacaciones y sólo las siete y media. Sí, me levantaría con la fresca, pero, ¿qué hago ahora? ¿dónde voy? ni los brazos ni las piernas me responden.  ¿Footing? no soy deportista. Para dar la vuelta  a la manzana no merece la pena. No tengo perro para sacarle a mear. Necesito fruta y verdura, pero aún está todo cerrado. Me cambiaré de postura, a ver si hay suerte y puedo sobar  otro rato, ¡qué palabreja! me la ha pegado mi hijo que la emplea y la practica a menudo, sobre todo en estos meses sin universidad. ¡Caramba! si no hiciera tanto calor, podría dormir, pero así...  
          Si estuviera mi marido, él tan madrugador, nos levantaríamos, nos ducharíamos juntos, nos acariciaríamos ayudados por la esponja  con el gel tan perfumado que él me regaló, de una marca francesa. Todavía me queda un poco, pues ahora gasto menos, como él no está... Oigo la afeitadora eléctrica rodar sobre su barba cerrada,  el  silbido marchoso de alguna pieza militar, su tos de fumador, su  voz con eco, desde el otro baño ¡¡Nena!!  ¿has preparado el café?  Templadito y largo ¿vale?  Pero, paulatinamente, ese eco se va alejando.  Aún lo percibo, pero a cientos de kilómetros, quizá desde París. Esta vez se fue a comprar cosmética de marca, afrodisiaca, y bien seguro se quedó con la vendedora para hacer una prueba del producto. 

Tornasol

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